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El jardín Secreto del Museo San Francisco Una nueva experiencia de Aprendizaje Servicio de la Escuela de Arquitectura

La Iglesia de San Francisco es un gran edificio colonial, rojo y con una torre que interrumpe la Alameda. Es uno de los edificios más antiguos de Santiago y seguramente está en nuestra imaginación del pasar por la Alameda y llegar al centro. Detrás de esta gran construcción roja hay un lugar escondido, secreto, donde nos asombra el silencio a pesar de que estamos a solo pasos de la ruidosa Alameda. Ahí nos encontramos con un “jardín secreto”. Un lugar mágico, verde y sombrío rodeado de cuatro corredores, donde se escucha un agua de fuente, hay aves, cambia la temperatura y la sensación de humedad, se ven otros colores y aromas. Es un jardín que nos hace viajar a ese sueño de un pedacito de naturaleza dentro de la ciudad. Una naturaleza que normalmente se nos olvida dentro del cemento, pero que sin duda es fundamental. Sin árboles no vivimos.Esta exposición muestra el trabajo de los alumnos del curso electivo Espacio Público y Barrio 2022, como nos explica la académica Paulina Ahumada, de la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Santiago. Llegamos a este Jardín por invitación del Museo y desarrollamos aquí un ejercicio que busca sensibilizar a los futuros arquitectos sobre la importancia de lo vegetal en la ciudad. Se busca aprender sobre espacios públicos partiendo por lo vegetal, como la otra cara de lo que con-forma el espacio: eso que, a diferencia del edificio, la piedra, es «un ser vivo», que demora tiempo y cuidado en llegar a grande.El ejercicio consiste en observar, investigar y reconocer los árboles, arbustos y herbáceas que existen en el Jardín del Museo, usando el croquis a mano alzada como una herramienta de observación, registro y conocimiento. Como los naturalistas del siglo XIX o los botánicos contemporáneos, el dibujo obliga a estar en el lugar, a darse el tiempo de observar (a diferencia de la inmediatez de la fotografía), a descubrir detalles y no solo a ver, sino sentir el olor, el murmullo, la brisa. Conocer con los 5 sentidos.Los dibujos nos invitan también a mirar en detalle, a asombrarse y encantarse con el plumerillo rojo, una enredadera muy antigua que nos recibe al entrar; la antigua araucaria o una gran palma que ya están en las fotografías antiguas; mirar con detalle ese árbol del corcho (Alcornoque) que a diferencia de su altura habitual crece muy alto buscando el sol. A conocer las plantas por sus nombres para valorarlas y cuidarlas como parte de un patrimonio. Los trabajos nos muestran que el patrimonio del museo no es solo el edificio y los objetos, sino también sus plantas: peumo, palqui, quillay, paltos, naranjos, manto de eva o chiflera son un relato que va recorriendo de las nativas a las introducidas, desde la colonia o las sucesivas modas francesas, inglesas o plantas que han viajado desde el oriente o desde la extensa América. El Jardín del Museo nos cuenta también una historia secreta, que está ahí para descubrirla, cuando nos saludan los pavos reales.  Agradecimientos:Agradecemos al Equipo de Educación del Museo, a Nancy la guía que nos abrió las puertas del jardín, a Juana Zunino por su apoyo en la identificación de especies, el apoyo de la Escuela de Arquitectura, y al compromiso de todas/os estudiantes que forman parte de este curso y que se organizaron para hacer esta muestra.